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Title
   El Mensaje de la Cruz(8) - ¿Por qué es Jesús nuestro único Salvador? (3ra. Parte)    
Speaker
   Rev. Jaerock Lee
Pasaje
   1 Corintios 2:6-9
Date
   2007-11-08



|EL MENSAJE DE LA CRUZ 8

¿Por qué es Jesús nuestro único Salvador? (3ra. Parte)

La Escritura:
1 Corintios 2:6-9 “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez\; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. (7) Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. (9) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.”

Amados Hermanos en Cristo:
Desde el momento en que Adán pecó al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, no sólo él, sino también todos sus descendientes se convirtieron en pecadores. El ser humano se volvió pecador y tuvo que padecer en esta tierra penas, aflicciones y lágrimas como resultado de la ley del reino espiritual que determina que “La paga del pecado es muerte”, y estaba destinado a ir al infierno luego de terminar su vida en este mundo.
Tenía que sufrir el castigo eterno en el lago de fuego y de azufre. Pero para salvar al hombre, quien pecó, Dios preparó desde antes del inicio de los siglos a Jesús, quien iba a ser el Salvador.
Como está escrito en Hechos 16:31, “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa,” Dios abrió el camino para la salvación de todos aquellos que creen en Jesucristo para que así pudieran escapar del castigo del infierno y entrar al reino de los cielos.

Pero cuando uno predica el Evangelio, algunas veces la gente le pregunta: “¿Por qué tenemos que ser cristianos si hay otras religiones?\; ¿Acaso no basta con vivir una vida bondadosa aun cuando no creamos en Jesucristo?”\; o, “Hay muchos grandes hombres en la historia, ¿Por qué es Jesucristo el único Salvador? ¿Puede usted responder a estas preguntas?
Juan14:6 dice, “Jesús respondió, “Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mi.” También, en Hechos 4:12 cita, “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
No importa lo mucho que uno piense que vive una vida buena y virtuosa, aún así sigue siendo un pecador que tiene pecado original y que ha cometido pecados propios, y después de todo, no puede evadir el castigo de la muerte, que es la paga del pecado. Podemos ser salvos únicamente creyendo en Jesucristo, y creyendo también que Él es el único calificado para llegar a ser el Salvador de acuerdo a la ley del reino espiritual.
Entonces, ¿Cuáles son las condiciones para llegar a ser el Salvador? Esta es la octava prédica del Mensaje de la Cruz, y continuando con la última sesión, les explicaré por qué solamente Jesús llegó a ser nuestro Salvador. Espero que, a través de este mensaje, ustedes lleguen a edificar su fe sobre la roca de la Palabra.
Oro, igualmente, en el nombre del Señor para que puedan dar testimonio a muchas personas que Jesucristo es el Salvador y así puedan guiar a numerosas almas al camino de la salvación.

Querido Amigos y Hermanos en Cristo:
No cualquiera puede llegar a ser el Salvador y salvar al hombre que ha caído en pecado. El Salvador debe estar debidamente calificado conforme a la ley del reino espiritual. Podemos hallar estas condiciones en la Ley de la Redención de la Tierra la cual está en la ley que Dios dio al pueblo de Israel.
Esta ley establece que la tierra cedida al pueblo de Israel pertenece a Dios, por lo que no puede ser vendida a perpetuidad. Incluso, si el propietario del terreno se empobreciere y vendiere la propiedad, el pariente más cercano podrá redimir la tierra pagando el precio en sustitución del dueño original. Cuando el primer hombre, Adán, desobedeció el mandamiento de Dios y pecó, la humanidad fue entregada al enemigo el diablo como paga por ese pecado.
Al igual que la tierra, el hombre no podía ser vendido o entregado a perpetuidad porque fue hecho del polvo de la tierra y pertenece a Dios. Si alguien, quien tuviese las condiciones del Salvador, viene y paga el precio de los pecados del hombre, el diablo tendría que liberar a aquel que una vez le fue entregado debido a sus pecados.

La primera de estas condiciones es que el redentor debe de ser un hombre.
En la ley de la redención de la tierra de Israel, el redentor tenía que ser el pariente más próximo al dueño original. De la misma manera, aquel que puede pagar el precio de los pecados de la humanidad tiene que ser un pariente del hombre, que tenga espíritu, alma, y cuerpo. Es decir, no puede ser ni un ángel ni un animal sino sólo un ser humano.
Por eso Jesús -aunque es el Hijo de Dios- vino a este mundo como un hombre de carne y huesos.

La segunda condición del Salvador es que no debe ser descendiente de Adán.
Todos los descendientes de Adán nacen con pecado original. Aun si la persona que hubiese vendido su tierra tuviese un pariente cercano, si ese familiar fuese también pobre, no podría redimir la tierra.
De igual forma, los descendientes de Adán nacen con el pecado original y están destinados a ir al infierno debido a que también son pecadores, por lo que no pueden redimir a otros de sus pecados. Sólo Jesús es un hombre que no es descendiente de Adán. Esto es porque no fue concebido por la unión del espermatozoide con el óvulo sino por el Espíritu Santo en el cuerpo de la Virgen María.

En tercer lugar, para llegar a ser el Salvador, se debe tener el poder para vencer al diablo.
Para salvar a los prisioneros de guerra en una batalla, debemos contar con el suficiente poder para vencer al enemigo y traer de regreso a los prisioneros. En el reino espiritual, el poder reside en no tener pecado.
Después de Adán todos tuvieron que someterse al diablo y a Satanás puesto que todos son pecadores que tienen pecado original y que han cometido pecados personales. Pero sólo Jesús, quien no tiene ni pecado original ni pecado personal, tuvo el poder para romper la autoridad del diablo y de Satanás y salvar a la humanidad. Hasta aquí llegué en la última prédica.

La cuarta condición para llegar a ser el Salvador de la humanidad, es que se debe tener amor para sacrificar su propia vida.
Supongamos que el hijo menor de una familia debe ser castigado por haber contraído una fuerte deuda. Si su hermano mayor, que es rico, pagase la deuda entonces el menor no tendría que ser sancionado. Pero aun si el hermano mayor fuese muy rico, no serviría de nada si no amara a su hermano menor.
Tan solo ignoraría el problema de su hermano diciéndole, “He trabajado tan duro para hacer esta fortuna, ¡Por qué debo de pagar tu deuda!” Pero si el hermano mayor amase a su hermano, aceptaría pagar su deuda aun cuando él mismo tuviese que enfrentar una gran pérdida de dinero.
Sucede lo mismo con la ley de la redención de la tierra, es decir, cuando alguien se empobrecía y vendía su tierra y tenía un pariente cercano rico quien tenía las condiciones y el poder para redimir la propiedad.
No importaba cuán rico pudiera ser ese familiar, si no tenía amor para redimir la tierra, la propiedad no podía ser redimida. Sólo cuando el pariente tenía el suficiente amor para ayudar, se podía llevar a cabo la redención de la tierra.
Encontramos este caso en el Capítulo 4 del Libro de Ruth. Una mujer llamada Noemí se empobreció y tuvo que vender su tierra. Pero su pariente más cercano rehusó redimir su tierra debido a que no quería sufrir pérdida en su patrimonio.
Pero otro familiar, Booz, tuvo amor y redimió la propiedad de Noemí para ella. Si Booz no hubiese tenido amor, también hubiera podido rehusar redimir la tierra.
Sucede lo mismo para redimir a la humanidad de sus pecados. Como ya hemos visto, sólo Jesús tenía las tres condiciones para redimir a la humanidad de sus pecados. Nació como hombre, pero no fue descendiente de Adán por lo que no tuvo pecado original.
Puesto que no tuvo pecado original ni había cometido ningún pecado personal, tenía el poder espiritual para salvar a los pecadores del diablo. Pero si Jesús no hubiese tenido amor, no hubiera podido redimir al ser humano de sus pecados.
Y es que para llegar a ser el Salvador y redimir al hombre de sus pecados, Jesús tuvo que hacer un inmenso sacrifico. Para convertirse en el Salvador tenía que recibir la pena de muerte en lugar de los pecadores.
Más aún, Él tenía que ser crucificado derramando toda la sangre y agua de Su cuerpo como el más atroz criminal. En este mundo, hay numerosas formas de ejecutar a los criminales. Pero, para redimir a la humanidad de sus pecados, el Salvador no podía ser simplemente ejecutado.
De acuerdo a la ley del reino espiritual, el Salvador debía ser “Colgado en un madero” y “Derramar su sangre.”
Gálatas 3:13 dice, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”
“La maldición de la ley” se refiere aquí a la ley del reino espiritual enunciada en Romanos 6:23 que determina que “La paga del pecado es muerte”. De acuerdo a esta ley espiritual, la maldición de la ley llamada “muerte” vino para el hombre pecador. En consecuencia, la forma de liberar a la humanidad de la maldición de la ley tenía que estar de acuerdo con las normas del reino espiritual.
Es decir, conforme a la ley del reino espiritual, el Salvador tenía que ser colgado en un madero en el que debía ser colgada la humanidad bajo maldición. Sucede lo mismo con el derramamiento de la sangre que con la muerte en la cruz.
Levítico 17:14 dice, “Porque la vida de toda carne es su sangre…No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre.” También Hebreos 9:22 cita, “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre, y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.”
El hombre perdió su vida eterna debido al pecado. Por cierto, respiran y parecen tener vida en tanto viven en este mundo, pero perdieron la verdadera vida y no pueden vivir eternamente. Espiritualmente, sangre es lo mismo que vida, y por lo tanto, sólo con el derramamiento de la sangre del Salvador, pueden ser perdonados los pecadores de sus pecados y tener de nuevo vida. Por supuesto, el pecado del hombre no puede ser perdonado tan sólo derramando cualquier sangre.
Como ya les compartí, la sangre que puede redimir al hombre de sus pecados tiene que ser la sangre de una persona sin pecado. ¿Por qué? La vida está en la sangre y, en consecuencia, la sangre no debe contener ningún pecado en ella. Un hombre que sea inocente, sin mancha y sin la naturaleza pecaminosa tenía que derramar su sangre.
Pero, ¿Por qué desearía una persona sin pecado morir por otros de una manera tan miserable? Únicamente haría tal sacrificio una persona que ame a los demás más que a sí mismo y que esté dispuesta a soportar todo tipo de dolor y sufrimiento para salvar a otros.
Nuestro Jesús tuvo esta clase de amor por usted y por mí. La crucifixión que Jesús sufrió era el medio más cruel de ejecución en aquellos días, y el dolor que soportó sobrepasa nuestra imaginación.
Si Jesús no nos hubiese amado, podría haberse quejado. Podría haber pensado, “¿Qué clase de pecado he cometido para que tenga que llevar la cruz por esa gente?\; o ¿Por qué debo de soportar este dolor debido a esos pecadores?”, y podría haber rehusado llevar la cruz.
Pero Jesús en silencio tomó el camino del sufrimiento y derramó Su sangre hasta morir en una miserable cruz de madera porque Él nos amó, a usted y a mí. De la misma forma, nuestro Dios Padre nos amó de tal manera que no escatimó dar incluso a Su unigénito Hijo por nosotros.
Romanos 5:7-8 dice, “Ciertamente apenas morirá alguno por un justo\; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
Dios nos mostró cuánto nos ama dándonos a Su unigénito Hijo como sacrificio expiatorio.
¿Piense por un momento en este ejemplo? Pónganse en el lugar de un rey. Usted sólo tiene un único y muy amado hijo. Uno de sus súbditos es un cruel asesino, y de acuerdo a la ley debe ser ejecutado. La única forma en la que este criminal pudiera salvarse es que una persona sin pecado muriera por él. Pues, ¿Qué rey de este mundo daría a su único hijo, quien nunca ha pecado, para que muriera para salvar a este criminal?
Nadie haría esto. En la historia de la humanidad nadie ha hecho esto. Sin embargo, nuestro Dios lo hizo. Dios el Creador, a quien no podemos comparar con ningún rey de este mundo, dio a Su único e inocente Hijo, para sufrir el castigo de la muerte y salvar al ser humano de sus pecados.
Dios ofreció al inocente e inmaculado Jesús, a Su unigénito Hijo en la cruz y mostró Su gran amor por nosotros. ¿Qué habrá sentido Dios cuando Jesús fue arrestado, azotado, flagelado, y crucificado por pecadores? Dios Padre, quien estaba observando a Su amado Hijo sufrir, sufrió también en Su corazón un doloroso quebrantamiento.
Sin embargo, aun así dio a Su unigénito Hijo para salvar a los pecadores y para llevar toda la pena y el sacrificio. No hay nadie quien pueda dar esta clase de amor por los pecadores de este mundo. Por cierto, aunque es muy raro, hemos oído algunas historias conmovedoras de personas que sacrifican sus vidas por el bien de un pueblo o por aquellos a quienes aman.
Pero no hay nadie en este mundo quien pueda dar su vida incondicionalmente por un atroz criminal con quien no tiene ninguna relación. Más aun, si lo odian, lo maldicen, e intentan matarlo mientras que él los sana, los ama, y sólo los trata con bondad, no habría nadie quien pudiera llevar este terrible sufrimiento por ese tipo de personas.
Pero nuestro Señor Jesús lo hizo. Porque nos amó de tal manera, tomó el camino de sufrimiento de la cruz por los pecadores y murió derramando todo Su sangre y también el agua de Su cuerpo.

Amados Hermanos y Hermanas en Cristo:
1 de Juan 4:10 dice, “En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”
El amor de Dios Padre y del Señor no puede ser comparado con ningún otro amor en este mundo.
No podemos retribuir esta gracia incluso dando toda nuestra vida y nuestras posesiones. Por eso, los que comprenden este profundo amor en su corazón no niegan el nombre del Señor aun cuando son duramente perseguidos e incluso llegan a ser mártires sacrificando sus vidas.
Si llegamos a conocer este amor, no podremos alejarnos del amor de Dios por ganar autoridad, riquezas, y fama en este mundo. No podremos renunciar al amor del Señor no importa el tipo de persecuciones que estemos enfrentando. No podremos amar a nuestros hermanos, hijos, o cónyuges más que a Dios y que al Señor. Por supuesto, en la medida que amemos al Señor, amaremos a los miembros de nuestra familia y también a nuestro prójimo.
Amaremos más sincera y profundamente. El amor de este mundo, aun cuando la gente dice que pueden dar su vida por amor, es después de todo, egoísta, y cambia con el paso del tiempo. Por ejemplo, cuando una pareja de enamorados está saliendo, se dicen el uno al otro, “Siempre te amaré” o “Te amo más que a mi vida.”
Pero aun esas parejas quienes se aman tanto, se llegan a separar luego de algún tiempo ya que su amor se enfría y cambia. Y después de la separación, conocen a otra persona, y nuevamente le declaran, “Sólo a ti te amo.”
Aun si ambos se han amado por mucho tiempo y luego se casan, sus actitudes cambian y ya no son las mismas que tenían cuando eran enamorados. Mientras eran enamorados, a pesar que pasaban horas juntos, luego de regresar a casa se llamaban por teléfono para seguir conversando. Pero luego de casarse, dicen que su vida de casados es aburrida.
Antes del matrimonio, buscaban siempre complacer a la pareja, pero ahora en primer lugar sólo buscan su propio placer. Si se presenta algún problema, ahora se echan la culpa el uno al otro. ¿Por qué ha cambiado su amor? Es que no conocen la definición de amor según Dios. Amor es dar.
Es buscar el beneficio del otro y no el propio. Es tan sólo dar. El problema se presenta cuando esperas algo a cambio. Deseas recibir, pero no recibes lo que esperas, y por eso hay conflicto. Y entonces, vienen los problemas.
Si amas, tan sólo da. Con amor puedes dar ilimitadamente. Podrías decir, “Si sólo doy sin recibir nada, ¿No es eso un desperdició? ¿Por qué es un desperdicio? Tú das porque amas. Es engañoso dar sin amar, pero si verdaderamente amas, puedes dar indefinidamente.
¿Cree que es un desperdicio dar a sus hijos lo que necesitan?\; ¿Le es difícil acaso amar a sus hijos? Si los padres aman a sus hijos, entonces son felices cuando les pueden dar lo que quieren. Son felices porque los aman. No creen que sea un gasto inútil.
Los hijos tal vez no sean lo suficientemente maduros como para poder amar a sus padres, pero estos se sienten felices cuando pueden suplir sus necesidades. No esperan recibir nada a cambio. Es por eso que son felices.
No es un desperdicio. Si amara, tan sólo daría. No trataría de obtener algo a cambio. Si las dos partes tan sólo se diesen el uno al otro, las familias serían familias muy hermosas y espirituales.
Sucede lo mismo entre los padres y los hijos. Cuando los hijos son jóvenes, aman mucho a sus padres y da la impresión que los van a amar el resto de sus vidas. Pero luego crecen, se casan, y tiene sus propios hijos, y ya no se ocupan como antes de sus padres.
Algunas veces, se presentan conflictos entre hermanos ya que ninguno quiere hacerse cargo de sus padres cuando están enfermos o ancianos. También acontecen algunas tragedias. Asimismo, el amor de los padres por sus hijos parece ser un sacrificio, y cuando no les es de ningún beneficio, ese amor también cambia.
Después, cuando los hijos crecen puedan tal vez tener conflictos y discusiones con sus padres. En ese caso, si los hijos llegan a decepcionar mucho a sus padres, algunas veces incluso se llega a romper la relación.
Sin embargo, el amor de Dios no cambia ni busca su propio provecho.
Dios dio a Su único Hijo con este amor, incluso por los pecadores que se oponían a Él.
Nuestro Señor dio Su vida por aquellos que se burlaron y crucificaron al Salvador quien vino por ellos. Con este amor le pidió a Dios que los perdonara. Este es el verdadero amor dador de vida. El amor espiritual entre hermanos en la fe y en el Señor se profundizará y se hará más hermoso conforme pase el tiempo. No busca lo suyo sino que con este amor uno puede sacrificar su vida por otra persona.
Por eso, mientras más amen al Señor, el esposo y la esposa buscarán más el beneficio del cónyuge, y los hijos obedecerán a sus padres de todo corazón tanto en su vida natural como espiritual. Y así habrá paz y felicidad en sus familias.

Queridos Hermanos en Cristo:
Hasta ahora, les he mencionado las cuatro condiciones por las que Jesús es nuestro Salvador. Jesús vino a este mundo como hombre, no es descendiente de Adán, y tiene el poder para vencer al diablo porque no se halló pecado en Él. También, nos ha redimido a usted y a mí al ser crucificado y al derramar Su sangre con un amor tan grande como para dar Su vida.

Entonces, ¿Qué debemos hacer ahora? Jesús murió para redimir a los pecadores de sus pecados, pero eso no significa que todos serán salvos.
Aun cuando Jesús abrió el camino de la salvación, si las personas no lo aceptan sino que continúan yendo por el camino de la perdición, finalmente serán destruidos.
Sólo podrán ser salvos cuando crean en las palabras del predicador que muestran el camino de la salvación. Únicamente creyendo que Jesucristo es nuestro Salvador, podemos ser salvos.
Entonces, ¿Por qué somos salvos al creer en Jesucristo? Les hablaré sobre esto en la próxima oportunidad.

Amados Hermanos y Hermanas en Cristo:
Juan3:16 dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su unigénito hijo para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.”

En toda la historia de la humanidad, no hay nadie- excepto Jesús- quien pueda cumplir con estas 4 condiciones.
Sólo Jesús está calificado para ser el Salvador. De tal manera nos ha amado a usted y a mí, que siendo aún pecadores, murió por nosotros, asumiendo el castigo que se suponía nosotros debíamos recibir.
Dios ya tenía un plan para Jesucristo incluso antes de que creara al ser humano. Y es porque aun cuando Dios hubiese deseado dar todo su inmenso amor y gracia a Adán luego de haberlo creado a Su propia imagen, sabía que Adán iba a desobedecer Su mandamiento e iría por el camino de la perdición.
Desde el principio, Dios preparó y capacitó perfectamente al Salvador, de acuerdo a la ley del reino espiritual, para salvar a la humanidad que estaba destinada a la destrucción por rechazar el amor de Dios. Cuando llegó el momento, Dios envió a Jesús a este mundo y dejó que su unigénito Hijo, el inocente y puro Jesús, recibiera el castigo de la cruz en sustitución de los pecadores.
Pero aquellos que vivieron en la época donde la gente no sabía acerca del Salvador, y nunca oyeron del Señor, y luego murieron, ellos recibirán el juicio conforme a su conciencia como está escrito en Romanos. Su conciencia será su ley y serán juzgados por ella.
Los que en verdad son buenos buscan a Dios aun cuando no sepan acerca de Él ni del Señor. Ellos saben que hay un Dios. Sienten que hay una vida más allá de esta. Por eso quienes son buenos de corazón viven en rectitud y en bondad.
Viven en integridad sin pecar. Por lo tanto, su conciencia será ley para ellos y ella los juzgará. Saben si han vivido en rectitud o en maldad. Y recibirán el juicio de su conciencia.
De esta manera, los que reconocieron la existencia de Dios y vivieron en rectitud serán finalmente limpiados por la sangre del Señor y serán salvos, mientras que los malvados serán destruidos. También, si no creyeron ni aceptaron el evangelio incluso después de haber escuchado sobre Jesús el Salvador, no podrán recibir el juicio de su conciencia. Desde ya no es una buena conciencia. Ellos oyeron la verdad sobre Dios y el Salvador, pero no quisieron creer ni aceptarlo. Por eso, desde ya su conciencia no es buena.
A fin de abrir el camino de la salvación para nosotros, Dios pago el precio por nuestras vidas con la vida de Su amado y unigénito Hijo. Cuando nos demos cuenta en lo profundo de nuestro corazón de este amor de Dios Padre y del Señor, comprenderemos también que debemos amar a Dios y al Señor más que a cualquier otra persona en este mundo.
Una vez que entendamos este amor, nunca abandonaremos al Señor en ninguna clase de prueba ni de aflicción. Nunca dejaremos a Dios aun cuando seamos tentados con riqueza y fama. Cuando entiendan esta gracia y amor de Dios, Dios los amará más profundamente y podrán experimentar las obras del Dios viviente en cada momento de sus vidas.
Asimismo, en el día final, Él los guiará al reino de los cielos y los hará disfrutar de eterna felicidad. Espero que recuerden claramente que sólo Jesucristo es nuestro Salvador. Y que tengan siempre presente en sus mentes el amor de Dios Padre quien dio a Su único Hijo por los pecadores\; y el amor de Jesucristo quien ofreció Su vida por todos nosotros.

Oro en el nombre del Señor para que, dondequiera que vayan, siempre dejen el aroma de Cristo\; y que, además, guíen a muchas almas por el camino de la salvación.


AMEN

 
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